Nació en México en el año 1926, y fue alumna del colegio alemán del año 1930 hasta el año 1942. Hoy vive con su familia en Noruega. La primera vez lleguo a Noruega en 1946 y se quedo hasta 1948. Después de pocos años en México se regreso an noruega en 1951, allí conoció a su esposo. En 1955 decidieron, que se iban a regresar a México, allí también nacieron sus dos hijas Karina y Sonny. Por ultimo, en 1968, se mudaron de regreso a Noruega.
Ella escribió sobre sus años escolares, en sus memorias.
estábamos todos juntos, la gran mayoría mexicanos y/o alemanes, y una minoría de otras nacionalidades. Las Tantes nos hablaban siempre en alemán, pero los niños mexicanos hablábamos español entre nosotros. Al comenzar la preprimaria nos separaban en dos grupos: «A1» - los que en su casa hablaban alemán y «A2» - los que en su casa hablaban español. La razón no era discriminatoria como algunas personas suponían equivocadamente. Se separaba a los alumnos, para poder así establecer el grado de dificultad necesario para la enseñanza de las dos lenguas.
Klasse: U3 a 2, Vitza Manrique Langseth esta en ese Salón
comenzaron a ocurrir cambios en el Colegio Alemán. Cambios que para nosotros los alumnos mexicanos no significaban mucho; cambios que si en algo nos afectaban, era sólo para bien. Por lo menos así lo sentíamos y lo veíamos nosotros en aquel entonces: cantábamos más, marchábamos más; la banda de música se perfeccionó; aumentaron en número los que tocaban el acordeón, la trompeta, el tambor... dedicábamos más tiempo a la gimnasia y la natación; se jugaba Handball, Schleuderball y Fölkerball como nunca; la Schulfest o kermesse era cada año mejor. Y la camadería que siempre había existido en el colegio, se hizo aún más intensa.
La familia Döhner, o sea Irene [una amiga mía], sus dos hermanitos y los papás habían estado en Alemania de vacaciones y regresaban de su largo viaje en zepelín. Cuando el «Hindenburg» estaba por atracar en Lakehurst, New Jersey, cerca de Nueva York, hubo una tremenda explosión de gas y el dirigible comenzó a incendiarse. El fuego y el pánico se extendieron rápidamente.
La gente comenzó a saltar por la compuerta abierta. La señora Döhner empujó a uno de los niños y, gritándole a Irene que saltara, tomó en sus brazos al más chiquito y se tiró con él al espacio. Pero Irene, preocupada por su papá, corrió a buscarlo... y el «Hindenburg» se desplomó envuelto en llamas. Aunque gravemente heridos, la mamá y los dos niños pudieron salvarse. Irene y su papá, junto con muchos otros, murieron quemados. Fue una tragedia que conmovió a todo el Colegio Alemán.
Tan pronto como [Herr Schlencker] descubría una imperfección, llamaba de inmediato la atención del desafortunado pecador, pero si esa imperfección se repetía un par de veces más, los pulmones de Herr Schlencker se llenaban de aire y cuando ya parecían reventar, explotaban en «RAUS». Un RAUS que como latigazo retumbaba en los oídos de todos, pero principalmente en los del pobre alumno cuyo nombre iba antes de la fatal palabra. No había palabra más temida que la de RAUS. Por lo general, ese RAUS no era (afortunadamente) definitivo. Al día siguiente había la oportunidad de corregir la falta y reincorporarse al grupo. Cuando se lograba de Herr Schlencker un asentimiento de cabeza acompañado de una ligerísima sonrisa, era todo un triunfo personal.
Eso de las cicatrices en la cara era muy común. Aunque nadie igualaba a Herr Keiser, la gran mayoría de los profesores alemanes lucían cicatrices. Eran las huellas de encuentros con espada. Eran señal de valentía. Eran prueba de su paso por la famosa Universidad de Heidelberg. Una costumbre quizá salvaje pero conside- rada viril, y todos se mostraban orgullosos de ella.
[…] eran el «castigo» predilecto de algunos profesores, entre ellos Herr Schlencker. Si alguien no se comportaba bien en la clase de gimnasia o desobedecía sus órdenes, la penitencia más fácil era decir: 10, 20, 50... Kniebeugungen.
se celebraba dos días consecutivos - un sábado y domingo. En mi memoria están marcados dos días siempre llenos de sol. Desde el viernes por la tarde ya estaban listos uniforme de gimnasia, ropa especial y un vestido de fiesta o alguno de fantasía. El sábado por la mañana se llevaban a cabo carreras, bailes folklóricos mexicanos y alemanes, relevos, ejercicios con pelota, con listones, con cuerdas... ejecutados por grupos desde Kinder hasta Abitur y culminando (aparte de la tabla de gimnasia o Freiübungen que era el broche de oro) con dos números más: Riegenturnen y Rhönradturnen. […] Todo el patio se adornaba con infinidad de banderolas de colores. Después de la tabla de gimnasia final había una especie de intermedio en que muchos alumnos y profesores se iban a sus casas a comer y cambiarse de ropa. Simplemente a descamsar. Mientras tanto, el patio del colegio sufría una transformación total. Se armaban los caballitos, el palo encebado, así como los diferentes puestos. Era increíble la rapidez con que todo iba ocupando el lugar planeado. Y ya la tarde del sábado y todo el domingo se convertían en horas inolvidables de alegría y diversión. Había una mezcla de edades, nacionalidades y personalidades que se bañaban en confetti y serpentinas y se envolvían en música.
Una de las excursiones que tengo muy presente fue una al Desierto de los Leones. No sé por qué razón me fui con la clase de Pelón. No éramos muchos y, aparte de la Frau Wickertz, solamente íbamos dos mujeres: Pilar López y yo. Frau Wickertz, de pelo completamente blanco, era ya grande y no caminaba con mucha facilidad. Sin embargo, llegamos con ella hasta la meta. Cada quien sacó de su Rucksack la comida que llevaba y nos sentamos a comer junto a las ruinas de una casucha de madera. Comenzaron a caer unas gotas y Frau Wickertz pensando que ya se acercaba la hora de regresar, nos dio órdenes de estar listos en equis tiempo.
Había en el Colegio Alemán un buen número de alumnos[…], que pertenecían a familias de pocos recursos. El Colegio Alemán, aparte de no cobrarles la colegiatura o solamente una mínima parte de ella, les entregaba a los alumnos las planillas que cada semana necesitaban para pagar el tranvía o camión. También se les servía un desayuno con espumosa cocoa caliente y gruesas rebanadas de pan negro con mantequilla, mostaza y diferentes fiambres, así como un buen vaso de leche, y fruta.
fue sin motivo, muy inmerecidamente, y por obra de Herr Keiser, alias «Frankenstein». Era la primera clase de Física del año. Cada uno de los alumnos que el profesor no conocía, se levantaba de su asiento y decía su nombre. Cuando llegó mi turno, me levanté con mucha disciplina y en una voz no muy alta dije «Vitza Manrique».
- WAS?, preguntó el profesor gritando.
Repetí el «Vitza Manrique», levantando la voz un poco más al pensar que no me había oído. Pero no era eso. Y gritando todavía con más fuerza repitió:
- WAS? MANRIQUE? - y después de asegurar que sin duda era yo tan floja como mis dos hermanos, terminó con un proyectil en forma de «RAUS»!
Todos le teníamos miedo. Nadie se atrevía ni a desobedecerlo ni a contradecirlo en nada.
Una de las cosas que a Herr Keiser le gustaba hacer, era darnos toques eléctricos más o menos suaves para empezar la clase de Física. Hacía que nos paráramos en círculo cogiéndonos de las manos y él cerraba el cir- cuito con alambres conectados a un transformador. A muy pocos de nosotros les hacían gracia los dichosos toques. Pero era una rutina que tuvimos que aceptar.
[...]
Como siempre, cada mañana nos formábamos para el saludo a las banderas. Cuando se daba la orden de firmes, todos los alumnos obedecían al instante guardando absoluto silencio también. Los que llevaban mochila a la cadera, la habían colocado de antemano sobre el suelo junto a la pierna derecha. Eso había sido antes. Ahora, inmediatamente después del sonoro «Stillgestanden», se escuchó un ruido sordo, cuando nues- tro grupo (con excepción de dos) dejó caer las pesadas mochilas a un mismo tiempo.
Nos salimos con la nuestra. Por lo menos - esa primera vez. A ninguno de los profesores le dio tiempo para localizar el origen de ese ruido misterioso. Y la expresión de inocencia que apareció en nuestras caras no los ayudó mucho, ni tampoco el silencio-cómplice de nuestros dos grupos vecinos. No fuimos tan tontos, no nos crecimos en la victoria, esperamos un par de días para repetir la jugada. Y esta vez, absolutamente toda la U.III.A2 soltó las mochilas a la orden de «Stillgestanden». Otra vez más, la oportunidad del momento -la sorpresa- fue nuestra aliada y salimos triunfantes. Sabiamente, volvimos a esperar unos días.
Herr Keiser era en esta ocasión el encargado de dar las órdenes. - STILLGESTANDEN ! ... (¡ CATAPLUM !)
- U.III.A2, RAUS ! Se escuchó la voz resonante de Herr Keiser.
Esas rebeldías nuestras eran cosa pasajera.
Cuando se trataba del honor de nuestro Colegio, éramos solidari- os hasta morir. Se acercaba una competencia de gimnasia organizada por las autoridades mexicanas para escuelas particulares. Habíamos estado ensayando una tabla de gimnasia a los acordes de la hermosísima marcha «Alten Kameraden», cuando el Director del Colegio recibió una carta de la Secretaría de Educación en la que se informaba al colegio que no podía llevar la bandera con la swástica. En esa época era induda- blemente la bandera oficial alemana, y el Director contestó que estaba dispuesto a no llevarla, si las demás escuelas particulares se abstenían de llevar su bandera (Colegio Americano, Colegio Israelita, Colegio Fran- cés, etc.) y que solamente se usara la bandera mexicana. La respuesta fue negativa - las otras escuelas sí es- taban autorizadas a llevar sus banderas nacionales.
También en Europa hubo cambios - Austria fue anexada a Alemania. Esto tuvo consecuencias en México; un grupo de austríacos, principalmente músicos y profesionistas, llegaron a la capital en busca de asilo. A mí en lo personal también me afectó - las cartas que recibía yo de Karl desde Viena comenzaron a llegar cen- suradas.
[...]
Fue un cambio radical para mí. Había que levantarse más temprano. Ya no podía yo ir caminando al colegio; tenía que tomar el tren «Primavera» hasta la terminal y de ahí cruzar a pie un terreno baldío, unas veces pol- voso, otras veces lodoso.
[...]
Doce años terminaron marcando mi vida para siempre. Doce años de una estricta disciplina y un compañe- rismo excepcional; doce años de estudios, de fiestas y otras actividades inolvidables. Doce años que llegaron a su fin pero que me dejaron una huella muy honda. Doce largos años -y a la vez tan cortos- que culminaron en un entrañable amor a mi colegio. Decir adiós al Colegio Alemán fue decir adiós a una época muy feliz de mi vida, a mi niñez y el comienzo despreocupado de mi juventud.
Mail: erinnernfgherradura@gmail.com
Instagram: @erinnernherradura
Facebook: Erinnern für die Gegenwart
Im Rahmen des Projektes "Erinnern für die Gegenwart” arbeiten wir, Schüler*innen der Deutschen Schule Alexander von Humboldt, México( Campus West), die Geschichte unserer Schule (insbesondere der Jahre 1930 bis 1950) auf.
Hierbei gehen wir der Frage nach, was "Gelebte kulturelle Diversität" am Colegio Aleman zur Zeit des Nationalsozialismus in Deutschland bedeutete.
Wie Diversität zu dieser Zeit gelebt wurde und wie wir sie heute leben (welche Handlungsoptionen haben wir für die Zukunft)?
En el marco del proyecto "Recordar para el presente" nosotros, los estudiantes del Colegio Alemán Alexander von Humboldt, México (Campus West), estamos trabajando en la historia de nuestro colegio (especialmente los años 1930 a 1950).
En este contexto investigaremos la cuestión de qué significaba "diversidad cultural vivida" en el Colegio Alemán en la época del nacionalsocialismo en Alemania.
¿Cómo se vivía la diversidad en esa época y cómo la vivimos hoy (qué opciones tenemos para el futuro)?
Within the framework of the project "Remembering for the Present" we, students of the German School Alexander von Humboldt, México (Campus West), are working on the history of our school (especially the years 1930 to 1950).
In this context we will investigate the question of what "lived cultural diversity" at the Colegio Aleman meant during the time of National Socialism in Germany.
How was diversity lived at that time and how do we live it today (what options do we have for the future)?
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