La situación en Europa era cada día más seria - Checoslovaquia se había desintegrado totalmente; los alema- nes reclamaban ahora «el corredor polaco» y concentraban sus fuerzas militares en la frontera con Polonia. Los rumores de guerra llegaban a México con mayor fuerza e insistencia. A pesar de todo esto, se estaba lle- vando a cabo un viaje a Alemania que el colegio había organizado para un grupo de alumnos. Se trataba de un viaje por varios lugares del país y el que también incluía una visita personal al Führer. Un viaje del que en otras circunstancias hubiera yo participado. Pero, por la inseguridad que ya se temía, mis papacitos habían decidido a último momento que se me borrara de la lista.

Felizmente, todos los alumnos que participaron del viaje salieron del país poco antes de septiembre de 1939 cuando Inglaterra y Francia declararon la guerra a Alemania. Todos, menos dos - el hijo del director del colegio y Polenz, un compañero suyo. Tenían 18 años, habían terminado su «Abitur», y eligieron quedarse allá como soldados. Los demás del grupo, no pudiendo regresar por la misma ruta que habían ido (Veracruz- Hamburgo) tuvieron que rodear medio mundo y llegar a México por el Pacífico... sanos y salvos.

Me sentí defraudada. ¡De lo que me había perdido!